martes, 22 de marzo de 2011

Y este cuento se llama "Envidia"

La cosa es así: para un taller de escritura tuve que crear una historia inspirándome en la narrativa del norteamericano Raymond Carver (¿leíste a Carver alguna vez? Si no es ese el caso, te lo super recomiendo porque algunos de sus trabajos son más que interesantes). Bueno, este autor escribía cuentos con una carga dramática impresionante, que te dejan con un terrible sabor amargo. Aún así, hay belleza escondida detrás de cada historia, y es preciso saber hallarla para disfrutarlas como se lo merecen. Lamentablemente, mis dotes escritores no se parecen ni por asomo a los de Raymond, pero al menos hice el intento. No se si logré el objetivo buscado, pero por lo pronto te dejo con el producto terminado para que saques tus propias conclusiones. Abrazos!!

Eran las 10. 30 de la noche, y como todos los días, Simona ya estaba detrás de las cortinas con los ojos fijos en la ventana del departamento de enfrente. Vigilaba, observaba cada uno de los movimientos que realizaban sus desconocidos vecinos. “Seguro han tenido un día mejor que el mío”, pensaba siempre.
   Esa noche había cenado sola, nada más que una sopa de pollo que había sobrado del día anterior. Se había cruzado con Roberto hacía unas horas, en el tren de regreso  su hogar, y él la había invitado al cine. Pero Simona lo rechazó una vez más, en realidad él nunca le había gustado.
   Sonó el teléfono. Simona no atendió.  Entrecerró los ojos para poder ver mejor a través de las cortinas. El departamento de enfrente tenía las luces encendidas, y podía oírse desde lejos música que provenía de allí. Pero Simona no podía distinguir a ninguna persona, sólo se veían sombras. Tal vez era un hombre aquel que parecía barrer el suelo, o quizás una adolescente aprendiendo a bailar. Intentar descifrar esos enigmas mantenía a Simona concentrada.
   De pronto se oyó un ruido fuerte que provenía de la cocina. Simona se alejó de la ventana y fue a revisar. Había dejado la pequeña ventana de arriba del lavabo abierta y un gato marrón se había aventurado a entrar. Cuando la dueña de casa lo encontró, estaba lamiendo las sobras de comida adherida a los platos sucios. Lo tomó con ambas manos, lo llevó de nuevo hasta la ventana, y la cerró con un brusco movimiento.
   Cuando volvió a su punto de observación, las luces del departamento de enfrente estaban apagadas, y la música ya no se oía. Simona suspiró, y se frotó los ojos con sus dedos. Se dirigió a su habitación, y sin cambiarse de ropa se acostó en su cama dispuesta a dormir. “Seguro han tenido un día mejor que el mío”, pensó, y apagó el velador.

jueves, 10 de marzo de 2011

Una de piratas...

Antes que nada, abro el paraguas y aclaro que éste no es uno de mis preferidos, pero ando con ganas de publicar, así que te dejo en compañía de uno de mis cuentos locos...¡Ahí va! Ojalá te guste.

Tres días después de la mudanza, María ya había acomodado todas las cosas a su gusto en su nueva casa. Sólo había un cuarto al que aún no había entrado, el sótano.
     Después de desayunar, se dispuso a explorarlo. Abrió la pequeña y rechinante puerta de madera, encendió la luz y bajó por la antigua y descuidada escalera. Era una habitación no muy grande, y en algunos rincones quedaban algunas cajas de cartón apiladas cubiertas de polvo que había dejado el dueño anterior. Pero lo que llamo la atención de María fue un pequeño cofre de madera oscura con las esquinas doradas que resaltaba entre la pila de cajas. Se acercó a él y quiso abrirlo, pero un pequeño candado de plata la detuvo. Sin embargo, al tocarlo apenas con las yemas de los dedos, misteriosamente este se desprendió y la joven pudo saciar su curiosidad.
     Lo que había dentro del cofre la tomó por sorpresa. Cubierto con una delicada seda blanca, había un pequeño pero bellísimo cuadro. En este podía apreciarse un barco de velas rojas amenazado por el furioso océano. María quedo maravillada al ver la pintura más de cerca, pues cada pincelada parecía cobrar vida propia, y reflejar una imagen tan vívida y real como las de las fotografías. Haciendo un examen más minucioso del cuadro, pudo observar a los tripulantes, los cuales no eran visibles a simple vista. Incluso pudo contemplar sus pequeños rostros invadidos por un terrible pánico.
     De repente, el sonido del timbre hizo a María apartar la mirada de aquella fabulosa obra de arte. La colocó sobre una de las cajas y subió para abrir la puerta.
     El visitante era un hombre de unos 80 años de edad, vestido de negro. Su cabeza estaba cubierta por escasos cabellos canos, y sus ojos azules se posaron sobre los de María cuando esta lo recibió. Se presentó como el antiguo dueño de la casa:
-Disculpe la intromisión, señorita, pero temo que olvidé en este lugar algo de suma importancia. Estoy seguro de que sigue aquí.
     María subió una ceja, y haciéndose a un lado de la puerta, le indicó con el brazo que pasara. Quiso ofrecerle una taza de té, pero el anciano dijo que solo tomaría un segundo. María insistió, y lo condujo a la sala. Una vez sentados junto a la nueva mesa de café, María quiso saber qué era lo que había olvidado y que era tan importante para hacerlo regresar.
-No quiero hacerla sentir incomoda ni atemorizarla, pero es una historia extraña y oscura- dijo el hombre en un tono voz tan bajo que casi parecía susurrar.
     Le explicó a María que siempre había sentido una incontrolable atracción hacia lo paranormal, y que a lo largo de su vida había acumulado infinita cantidad de objetos y anécdotas poco comunes. Hacía 40 años había comprado en un bazar, y por un altísimo precio, un cofre con una historia muy peculiar. Según le explicó el vendedor, aquél cofre contenía una pintura tan bella como maldita que databa del siglo XVII. Jamás se conoció el nombre del artista, pero la historia contaba que era un hombre muy poderoso que practicaba brujería secretamente.
     Una fría noche de tormenta, un grupo de piratas secuestró a su joven y bella esposa, a quien jamás volvió a ver. Desesperado de angustia y rabia, juró venganza contra sus enemigos, y logró cumplir con su palabra al capturar mediante un conjuro las almas de los hombres que habían apartado a su amada de su lado y hecho polvo su felicidad. Colocó aquellas almas marchitas en una escena de tormenta perpetua, que quedó plasmada en un cuadro, para que sintieran el terror y la impotencia que le habían hecho sentir, por toda la eternidad. De este modo también se aseguraba de que no volverían a dañar a nadie. Pero notó que si el cuadro no se protegía adecuadamente, era muy probable que las almas huyeran. Fue por eso que lo colocó dentro de un cofre y jamás volvió a abrirlo.
     El anciano le confió a María que él había decidido comprarlo por temor a que terminara en las manos de algún escéptico que, si cuidado alguno, dejara en libertad toda su maldad. Incluso le dijo que jamás había visto el cuadro con sus propios ojos, pues inmediatamente luego de la transacción, escondió el cofre en su hogar.
-Siempre lo guardé con devoción. Aún no puedo creer que lo haya olvidado aquí. Pero a mi edad la memoria me traiciona- agregó.
     María, por supuesto, no creyó una sola palabra de la historia que le acababa de narrar. Pero notó una inmensa preocupación en la mirada del anciano, y para no alarmarlo, no le confesó que ella ya había encontrado la tan preciada antigüedad. En cambio, le dijo que iría en ese mismo instante a inspeccionar por si se topaba con ella. En su mente ya lo tenía todo planeado: bajaría al sótano, volvería a colocar la pintura en el cofre, y se lo entregaría al hombre para que este se serenara.
     Y eso fue lo que se dispuso a hacer. Volvió a abrir la rechinante puerta, prendió el interruptor de la luz, y bajó nuevamente las escaleras. Pero cuando fue en busca del cuadro que seguía sobre una de las cajas, la imagen que este reflejaba era totalmente distinta: la tormenta había desaparecido, por lo que el mar estaba calmo, y podía verse muy lejos el barco de velas rojas desapareciendo en el horizonte.
    

viernes, 25 de febrero de 2011

Sí, yo también soy romanticona a veces...

Revisando mi cajón de los recuerdos, me topé con la historia que voy a postear a continuación. Cuando la encontré, pensé que sería una muy buena idea publicarla el 14 de febrero, pero después pensé que eso sería potenciar el ideal de que debe existir un día específico (dejando de lado que se trata de un día meramente comercial) para dejar salir todo el romanticismo que llevamos dentro. Entonces me dije "Fuck'em all, la voy a publicar cuando se me de la gana!!", y es por eso que la subo hoy. Mi querido lector o lectora, te dejo con el cuento más "rosa" que escribí hasta el momento.


Es tarde. Hace un par de horas terminamos de cenar (bueno, si puede llamarse “cena” a medio kilo de helado de vainilla). Vos ya estas acostado en el sillón del living. Dudo si estas dormido o despierto, la forma en la que cerrás los ojos manteniéndolos un tanto entreabiertos siempre me deja con esa duda. Sin embargo estas callado, y tu respiración se siente profunda. Eso me hace suponer que ya caíste en las garras del sueño. Me acerco al televisor, que todavía esta encendido y lo apago, con sumo cuidado de no hacer ruido para no molestarte. Puede oírse desde lejos una música como de fiesta, tal vez proveniente de alguna plaza. Después me siento sobre un almohadón en el suelo y te contemplo, tan pacifico, tan hermoso.
   Me pregunto qué es lo que hace que todos nuestros días juntos sean así de mágicos y perfectos. No nos conocemos desde hace tanto tiempo, pero siento que crecí al lado tuyo, siento que sé todo acerca de vos, y que vos sabes todo acerca de mi.  Tus miradas, tus comentarios, tu risa que se complementa con la mía.  Todo me lleva a pensar que estamos juntos porque así es como debe ser.

   Mis amigos me dicen con frecuencia que me equivoco, que es imposible que dos personas se completen de esa manera. Pero si dicen eso es porque no te ven de la manera en la que te veo yo.
   A veces suelo preguntarme como nos verá la gente cuando caminamos juntos, sin prestar atención a nada más que nuestro andar abrazados. También me pregunto cómo será que nos recordarán en el futuro. Es bien claro que no somos la típica parejita melosa, ni tampoco somos Romeo y Julieta. Sólo somos dos seres humanos que se toparon uno en el camino del otro y decidieron tomarse de la mano. Tal vez nos recordarán así, como dos ilusos que encontraban la paz en la sonrisa de su acompañante.
   La música de la plaza sigue escuchándose en la lejanía. Vuelvo mis ojos a tu cara, y de pronto lo sé. Me doy cuenta de que no me interesa en lo absoluto como nos vea la gente, ni como nos recordará, si es que lo hace. Lo único que realmente me importa en este preciso momento es estar justo en el lugar en el que me encuentro, sentada a tu lado, contemplándote descansar.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Cobardía

Este es un cuento que escribí para la facu el año pasado.
¡Enjoy!

  
Esa noche volví sudando a casa.  No se si fue por la emoción del momento que acababa de vivir o por la desilusión que sentía.
Todo empezó como de costumbre. Me levante a las 7.30 de la mañana, cambié mi cómodo pijama por un vestuario acorde al día, me hice unas tostadas para el desayuno y bebí a pequeños sorbos el típico café cortado y sin azúcar que tanto disfruto.
Antes de salir de casa, tome un paraguas, solo por precaución. No  suelo confiar en los meteorólogos.
Llegué al local aproximadamente a las 8.15.  Como de costumbre, Elsa ya estaba allí, y me regañó una vez más por mi pequeña demora.
"La próxima vez te reduzco el sueldo", dijo, "después no digas que no te lo advertí."
Sin prestarle mucha atención a su amenaza, me puse mi delantal y tome la libreta para los pedidos.
La cafetería esta casi siempre vacía por las mañanas, cosa que me resulta muy extraña. ¿Será que la gente desayuna en su casa antes de salir a trabajar, o se despierta sin apetito? Eso no lo sé.
En fin, esa mañana no fue la excepción. Solo dos mesas estaban ocupadas.
La situación cambió un poco llegado el mediodía. En ese momento suelen llegar muchísimos clientes, algo apurados y de mal humor, que solo dicen "tráigame un tostado y un agua mineral, ¡rápido!", sin siquiera decir "por favor" o "gracias."
Pero mi historia, la que realmente me interesa y quiero compartir, tuvo lugar a eso de las seis de la tarde. Yo estaba atendiendo a una mujer gorda con una niña que lloraba, cuando lo vi entrar por la puerta. Fue como una visión. Era el hombre mas hermoso que había visto en mi vida entera. Tendría unos 35 años, vestía unos jeans y una camisa blanca y llevaba unos cuadernos bajo el brazo izquierdo, o tal vez eran libros, no pude distinguirlos bien. Se sentó en una de las mesas de al lado del ventanal, y se quedó esperando a ser atendido, mientras echaba súbitas miradas al pequeño menú de cartón plastificado que hay junto a los servilleteros.
Mi corazón dio latidos tan fuertes que apenas pude oír lo que la mujer gorda estaba ordenando.
Ni bien llevé la lista con el pedido a la cocina, me apresure a atender al bello cliente. Al acercarme mi mente comenzó a susurrarme: "decíle algo inteligente, hacéle un comentario acerca de los supuestos libros que trae."
Llegué a su mesa, "tal vez debería preguntarle su nombre. Mejor no, sonaría atrevido." Me miró con sus oscuros ojos y solo atiné a decir, "¿ya se decidió?, ¿qué le traigo?"
Bajó la vista una vez más y me dijo "el café con leche, ¿qué precio tiene?", "2 con 75", dije. "Muy bien", dijo," tráigame uno grande y una porción de tarta de manzana si no es molestia."
"¿Cómo podría ser molestia, guapo? Será un honor hacer realidad su deseo", debería haber contestado. Pero lo único que brotó de mis cobardes labios fue un "en seguida."
Lo observé tomar su café desde el mostrador. Una sensación subió lentamente por la parte trasera de mi cuello hasta situarse en mi nuca y oprimir mis pensamientos.
Nunca antes había deseado que un cliente se quedara por tanto tiempo en la cafetería.
Mientras lo veía terminar su tarta de manzana, que por cierto es una de las más deliciosas de la ciudad, pensaba qué podría decirle sólo para captar su atención.
Finalmente me decidí. Cuando me llamara para pedirme la cuenta, le anotaría al dorso de la misma mi número telefónico. O mejor aún, se lo pediría yo misma por temor a que él lo perdiera y no me llamara.
El momento al fin llegó. Con una seña gestual me indicó que me acercara a su mesa. Le pasé la cuenta delicadamente, y al instante él me pagó lo debido por la comida.
"Deciselo ahora, ¡ahora!"
Luego se levantó y recogió sus libros. Sí, al final pude constatar que eran libros. Salió del local por la puerta principal, y con una triste expresión en mi cara, lo vi alejarse.


viernes, 26 de noviembre de 2010

La tres horas más verdes de mi vida

Hoy viajaba en el 98 de regreso a casa luego de una ardua tarde en la facultad, y como siempre, venía acompañada de mis amados auriculares que me transportan a otras dimensiones. De repente cerré los ojos y me encontré a mí misma saltando del brazo de mi hermano en Costanera Sur, y gritando a viva voz "Don't test me, second guess me, protest me, you will disappear". Por eso se me antojó postear esta nota que publiqué hace un tiempito en la página para la que escribo (de paso mando el chivo: http://rockandball.com.ar , pasen que está buena!!). La crónica relata la noche más emocionente de mi vida, en lo que a música respecta. Señoras y señores, con ustedes: GREEN DAY!! 


Cinco meses. Sí, cinco meses con la entrada guardada en una caja intransferible en algún lugar oculto de mi pieza, y al fin el día llegó.

El viernes 22 de octubre desembarqué en Costanera Sur con mi hermano a eso de las cuatro de la tarde, con la intención de aprovechar al máximo el Pepsi Music, pero mientras estaba parada entre el grupo de gente que se iba transformando en multitud a medida que caía el sol, sólo podía pensar en el momento en el que los tres californianos pisaran las tablas del escenario principal.

¡Ojo! No estoy quitándole mérito a las demás bandas que también tocaron en la octava fecha del festival. Infierno 18, Chancho en Piedra, Expulsados, Árbol, Bulldog, Cadena Perpetua y Massacre, todas ellas se lucieron espléndidamente a su manera y no defraudaron a sus seguidores.

Pero es totalmente entendible que después de doce años sin compartir el aire local con Billie Joe, Mike y Tré, y siendo esta la primera vez para mi en verlos en persona, mi atención se desviara un poco.

Cuándo finalmente la aguja chiquita del reloj marcó las nueve, y la aguja larga marcó las 6, las luces se apagaron y la masa de fanáticos agolpada frente al escenario empezó a latir con fuerza. Para sorpresa de todos no fueron los músicos quienes salieron a escena, sino que quien lo hizo fue un curioso personaje que suele verse con frecuencia en los recitales de la banda: un conejo rosado que corre de un lado a otro sosteniendo dos botellitas de cerveza y animando al publico ansioso. Después de provocar un par de risotadas, el conejillo desapareció y las luces volvieron a bajar.

Ahora sí, el momento soñado se hacía palpable. Green Day salió con todo al ritmo de 21th Century Breakdown, de los gritos y del pogo de las 35 mil personas que fuimos a ver a nuestra banda favorita.

“Te amo, Argentina”, pregonaba continuamente en español el vocalista, causando al instante la emoción de la tribuna que le respondía con más gritos y aplausos. “Green Day is moving to Argentina”, fue otra de sus divertidas declaraciones, y cómo olvidar la pregunta que formuló pidiendo refuerzos cuando en un momento de la noche se lanzó exhausto al suelo: “¿Alguien sabe tocar la guitarra?”. Obviamente, tampoco se hicieron desear los “heee-oooh”, y sus respectivos ecos por parte del público.

Los hitazos nuevos y viejos se mezclaban con los juegos de luces y fuegos artificiales que acompañaban a los artistas, pero fue la actuación de Billie Joe la que se robó el corazón de todos. Incluso llegó a afirmar que su presentación en el país fue la mejor de todos los tiempos. Podría pensarse que sólo lo dijo para dejar contenta a la ingenua multitud, pero francamente yo me atrevo a creerle.

En síntesis, fueron tres horas de música y alegría en su estado más puro, y a pesar de no haber tenido la dicha de subir al escenario, besar a Billie Joe, obtener una guitarra de regalo o cantar Longview abrazada a Mike Dirnt, puedo decir que, con mis uñas verdes agitándose en el aire y mis cuerdas vocales al extremo, viví “the time of my life”.

Ahora mi entrada está pegada en el espejo que veo cada mañana, recordándome la incomparable y maravillosa noche que pasé junto a Green Day en Buenos Aires.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Ya fue

Para arrancar bien y no dejar el blog abandonado, te paso un cuento que escribí hace un tiempo para una materia de la facu. Espero que te resulte divertido... Muaa!!


                                                                                                                                                   15 de Junio

No vas a creer lo que me paso hace no más de dos horas.
¿Te acordás de ese chico que me hizo tanto mal? Creo que se llamaba Mateo, bueno, en realidad no quiero ni recordar su nombre. El asunto es que lo que me pasó esta mañana hizo que lo olvidara para siempre.
Me subí al colectivo a eso de las diez y media, pagué mi boleto y me senté en uno de los asientos individuales.
Todo iba bien, como de costumbre, hasta que en la siguiente parada se subió al colectivo una cara conocida.
Después de mucho mirarlo, disimuladamente, por supuesto, me di cuenta de que se trataba de Santino, ¿te acordás de Santino? No se si alguna vez te hable de él.
Íbamos juntos al colegio cuando éramos muy chicos, no se si tendríamos 7 u 8 años.
Yo siempre había estado secretamente enamorada de él, pero nunca pude decírselo.
Después se cambió de colegio y no lo vi más. Hasta el día de hoy, claro.
¿Será que me lo encontré para cerrar ese capítulo inconcluso de mi vida amorosa? Tal vez. Para mí que fue el destino.

16 de Junio

Hoy lo volví a ver, pero creo que él no me vio. No creo que me reconozca, pasó muchísimo tiempo.
La cosa es que yo sí me acuerdo. Tal vez él también se acuerde de mí, pero por miedo no me diga nada.
¡Estaba tan lindo! Te juro que cuando lo veo ni pienso en ese tal Mateo del que hablaba.
Me están llamando para comer, así que mejor me voy.
Mañana si vuelvo a verlo lo saludo, ya fue. Si se acuerda, se acuerda, y si no, le refresco un poco la memoria.

17 de Junio

Malas noticias. Hoy a la mañana no lo vi. Parece que me tome el colectivo algo temprano por la emoción, y él no llegó a subirse a tiempo.
¡Que mal!
En fin, de lo triste que estaba me fue mal en el trabajo. Estaba tan distraída pensando en Mateo, ¡perdón!, en Santino.
La buena noticia es que a la vuelta sí me lo crucé, pero el colectivo estaba tan lleno de gente que no pude ni acercarme. Pero en un momento el colectivero hizo una maniobra rápida y el movimiento hizo que Santino me mirara. No me dijo nada, pero por lo menos me miró.
Me pregunto a donde viajará él. Seguro que va a la facultad. Siempre tuvo ese aspecto de chico estudioso. Y además lleva una mochila, así que supongo que ahí guarda sus carpetas. ¿Qué estará estudiando? Ese es un buen tema de conversación, ¿no? Si vuelvo a verlo se lo pregunto.
Ya es tarde y yo sigo acá escribiendo, mejor me voy a dormir. Hasta mañana, diario, voy a descansar.
Tengo el presentimiento de que las cosas van a dar un giro inesperado y emocionante. ¡No puedo esperar a contarte todo!

18 de Junio

¿Te acordás que ayer te dije que tenía el presentimiento de que algo inesperado iba a pasar? Bueno, no me equivoqué.
El problema es que no fue nada bueno.
Yo lo estaba esperando en el colectivo, como siempre, y estaba totalmente decidida a saludarlo. Pero cuando se subió, no estaba solo, como siempre, sino que venía en compañía de una chica. Seguro que están saliendo. Me di cuenta de eso por la forma en la que se reían.
¡Me sentí una tonta!
Al final resulta que todos los hombres son iguales. Alimentan las esperanzas de una para después rompernos el corazón. Debí haberlo notado antes. Pero no, una vez mas caí en ese jueguito.
Ahora ni siquiera sé con qué cara voy a ir mañana a trabajar. Ya fue, mejor me tomo el tren y listo, problema solucionado. Se ve que lo mío con Santino no tenía que pasar.
Lo que todavía no me queda claro es por qué me pasan estas cosas a mí.  Me ilusiono y al final no me sirve de nada.
¡Ay, Mateo! ¡Cómo te extraño!

sábado, 6 de noviembre de 2010

Gran Inauguración

Y bueno, ya tengo facebook, ya tengo twitter...¿Qué me faltaba?¡¡Tener un Blog!! Y helo aquí.
Dibujando Estrellas es un pequeño espacio que la web me presta, creado para difundir (entre quienes quieran leerme) ciertas cosillas que andan rondando por mi mente, sean  cuentos, notas, o algún delirio que se me antoje publicar.


Mi intención, en un  primer momento, es la de postear con la mayor frecuencia posible, pero dado a mi agenda super ocupada (pufff!!) no puedo prometer tal cosa. Por ahora me atendré a darte una cordial bienvenida y a invitarte a volver a pasar por acá cuando gustes.
Si estás leyendo esto, desde ya te lo agradezco y te espero de vuelta.
Muchos abrazos y flores.
¡Hasta la próxima!